Para variar me toca sacarme la visa de turista de nuevo y como no, para eso he de viajar. Esta vez la decisión ha sido Kuala Lumpur, mas que nada por no repetir Laos, por que la ultima vez y la primera, pasé ese tramite con la que ahora es mi novia justamente en Laos, Vientianne y como ella decidió venir conmigo pues escogimos Malaysia que dentro de lo barato es de los mejores destinos posibles.
La idea de viajar me horroriza, no es acostumbrarme a nuevas costumbres, aprender un idioma nuevo o incluso la idea de dormir en una cama que no es la habitual tampoco me produce ninguna sensación. El horror es mas que nada debido al trayecto por que en esos momentos no estoy en mi casa ni estoy en ninguna casa, simplemente estoy de paso, el estar de paso es lo que me asusta. Y si además vuelo en avión pues la experiencia es aun peor aunque eso no quiere decir que mes de pánico volar, ni mucho menos, a veces hasta lo disfruto. Lo que me molesta es la posibilidad de que ese avión se estrelle y darme cuenta de que mi vida no es ni ha sido como yo hubiese querido. Además los interminables controles de inmigración me asquean.
Ir a el aeropuerto ya supone un engorro por que o pagas un taxi que normalmente no lo harías o bien llevas tu vehículo y lo dejas allí por el tiempo necesario o quizá algún alma caritativa te lleve. Una vez allí pasas un control de seguridad, saca el pasaporte, el billete, enseñalo, pon cara de inocente al agente policial, recoge tu chaqueta, tu cinturón, la cartera, el teléfono y cualquier moneda que lleves en el bolsillo, eso si, no lo guardes demasiado, antes de subir al avión tendrás que repetir algunas veces mas, y si llevas un portátil sacalo también, que asco de controles, sueño con ir al aeropuerto en un taxi que me lleve hasta el avión mismo.
Una vez en el aeropuerto mis deseos se ven enfatizados ante la larga caminata hasta la salida mas próxima del aeropuerto, ese taxi soñado sería perfecto.
En la ciudad, y ante mi inoportuna ignorancia acerca de los transportes, me veo obligado a coger un taxi y lo que me encuentro es la misma versión de taxista ratero, lo cual me cabrea y lo mando a paseo al igual que el lo hace ante mi insistencia por usar el taxímetro. Mal asunto. Al final me toca un supuesto honrado que finalmente no lo es tanto ya que acaba con garrapiñarme 2 RM con una treta. Ansío el día en encontrarme a un taxista honrado como creo que es mi padre y para mi sorpresa ese día llega, es el siguiente de mi llegada a la ciudad, pone el taximetro cuando, una vez dentro, le digo a donde quiero ir, no cruzamos una palabra ni intenta hacerse el simpatico, como los demás garrapiñadores, no, solo conduce y me lleva a mi destino por la ruta mas corta. Pago y adiós.
El viaje resulta beneficioso y me otorga la oportunidad de entrar en mi querida Tailandia de nuevo. Aprendida la lección, no mas taxis en Kuala Lumpur, en los sucesivos días el transporte elegido ha sido autobús, tren, monorail y cualquiera que no lleve taxímetro. No todo podía ser positivo acerca del cambio de transporte, eso sería mucho pedir. Calor fuera, frió dentro, después de unas 8 horas toda mi preocupación se resume en, no quiero pasar frió en el autobús y además no he traído chaqueta. Improviso un fular pero es demasiado tarde, ya no puedo respirar, mi viaje se ha convertido en un suplicio. Mi novia no está enferma y no quiero arruinarle esos días por lo que la sigo donde quiera que vaya rechistando lo mínimo.
Aquella noche sera de las memorables, sin medicinas, con mocos alrededor de mi nariz y en mi nariz lo que me obliga a respirar por la boca. Cada vez que se me cierran los ojos y empiezo a perder la conciencia notó que no puedo respirar, así todas y cada una de las veces hasta que ya decido que no voy a dormir.
Tras esa noche el día se torna gris para mi, si le sumamos al cansancio mi enfermedad el resultado es cero, no es un día bueno ni malo, simplemente no estoy. Después de dos días de disfrutar algunas comidas chinas vuelvo a Tailandia, cruzo la frontera, ya estoy en casa.